lunes, 10 de diciembre de 2007

La balada del Príncipe que no sabía reír



Ya es veintitrés
se lamenta el Rey
su hijo no sabe reír y así
jamás podrá ser rey.

Se ofrece un buey
dos vacas y un corcel a aquel
que haga reír a este bebé.

Se presentó el Posadero
con siete tinajas de vino
"Si el niño se pone fino,
reirá, reirá, reirá".

Se presentó la Puta,
se desnudó
"Toca niño y ríe,
ríe por favor".

Bufones fueron pasando
se contaban de cien en cien,
"Míranos niño y ríe,
ríete de una vez".

El Rey desesperado,
gritó,
le alzó la mano al niño,
y el bebé por fin rió.

Cuentan por ahí
que el Rey se fue
que a veces puede oírse
la risa del bebé
con los llantos de aquel Rey
y el relinche del corcel
y el mugido de aquel buey...

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La trucha más bonita que haya visto en mi vida.

Sentado en el borde de la cama, Raymond Carver se obliga a respirar lenta y suavemente. Intenta aflojar el nudo en el estómago con el que se ha levantado. No ha dormido mal, pero se siente desorientado, intranquilo y nervioso. A pesar del esfuerzo que está haciendo por relajarse, su espalda está tensa y sus piernas ligeramente agarrotadas. Con la mirada fija, perdida, en la mesita de noche, se pasa la mano mecánicamente sobre los labios secos -tabaco, alcohol e invierno tienen la culpa- hasta que un sabor a sangre en su boca lo saca del trance. Tocándose con la lengua, comprueba que se ha abierto una pequeña grieta en su labio superior. Se pone en pie y se dirige al cuarto de baño.

Corta un cuadradito de papel higiénico atento a seguir la línea discontinua de corte, y de este trozo de papel recorta un nuevo cuadradito mucho más pequeño que se aplica con cuidado sobre la herida del labio. Tira el papel sobrante al retrete, baja la tapa y allí se sienta. Piensa que si se mirase al espejo se vería despeinado, con la cara hinchada por la resaca y con su gruesa boca torcida interrumpida ridículamente por un minúsculo pedacito de papel higiénico ensangrentado. Bosteza. Deja caer la cabeza sobre su pecho y mira la alfombra de baño bajo sus pies: está apulgarada y parece áspera a la vista. También mira las uñas de sus pies, sus tobillos huesudos, sus blandos gemelos y sus muslos gordos y velludos. Se quita el calzoncillo a rayas y la vieja camiseta de propaganda que viste y sale del baño.

Raymond Carver recorre desnudo el pasillo de vuelta a su dormitorio. Rebusca en los bolsillos de la bata que cuelga tras la puerta de la habitación y encuentra en ellos un kleenex arrugado y un billete de metro, también arrugado. ¿Un billete de metro en el bolsillo de una bata de noche? La combinación de estos dos elementos le parece tan grotesca y absurda que le provoca un ligerísimo escalofrío. Vuelve a sentarse en el borde de la cama, el lugar donde comenzó esta historia, ahora desnudo y con un kleenex y un billete de metro en las manos.

Fija la vista en la bata que cuelga detrás de la puerta: El picotazo de la percha en el cuello, los hombros que cuelgan hacia abajo, el color gris endurecido por la oscuridad: ‘No es una bata, sino el cadáver de una bata’.

Vuelve a mirar hacia la mesita de noche y ve un vaso ancho en el que dos pequeños hielos casi derretidos flotan en whisky aguado junto a dos colillas. Si acaba de despertar, ¿qué hacen esos dos hielos ahí? Por un momento, piensa en apurar los restos del vaso. De nuevo gira la vista hacia la bata intentando olvidar semejante idea.

Ahora se sorprende al ver abrirse un ojo acuoso donde podría estar el omóplato izquierdo de alguien que llevase la bata puesta. El gris de la bata comienza a brillar hasta desvelar un manto uniforme de escamas. En el costado derecho comienza a abrirse y cerrarse rítmicamente un hermoso pliegue húmedo, rojo intenso en su interior.

‘Mi bata es la trucha más bonita que haya visto en mi vida’. Piensa Raymond Carver.

Balbuciendo y moviendo la boca a duras penas debido al daño que le hace la percha clavada en su hocico, la trucha dice: ‘¡Raymond! ¡Corres peligro! Tienes que huir antes de que esta ciudad acabe contigo. Huye de aquí. Olvídate de todas tus cosas, no hay tiempo para hacer maletas. Agarra bien fuerte el ticket de metro que te he dado, métete en la línea roja y no te bajes del tren hasta que te haya llevado lo más lejos que pueda. ¡No te bajes por nada del mundo! ¡Lo más lejos que pueda, recuerda! Incluso cuando la megafonía avise de que el metro ha llegado a la última estación, tú quédate bien quietecito. Tú vas mucho más lejos: ¡Tú necesitas huir! No dudes en forcejear con el revisor si éste intenta sacarte del metro a tirones. Sé valiente y no tengas miedo. Lo último que tienes que hacer es tener miedo. Porque yo te estaré esperando al final de tu trayecto y desde entonces estarás a salvo. ¡Ahora corre! No te entretengas más. Coge el ticket de metro y corre todo lo que puedas. ¡Sal de esta ciudad!’.

Raymond Carver se siente feliz y aliviado. Alguien se preocupa verdaderamente por él y ya no hay nada que temer. Sólo le queda una pequeña duda: ‘¿Y con el kleenex qué hago?’. Sonriente se deja caer hacia atrás hasta quedar tumbado en la cama. Sueña con ríos en los que niños cazan enormes peces con las manos.



miércoles, 24 de octubre de 2007

dirección

viernes, 5 de octubre de 2007

Revisión

…… cinco de octubre de 2007, hoy hace exactamente tres meses de la operación.

El paciente presenta un estado de recuperación total extraordinario.


Presión arterial y pulso: normales.


Analítica: correcta, todos los valores dentro de los niveles recomendados para un paciente de esta edad, incluso mejor que la media.

Funciones locomotrices: totalmente recuperadas, muestra una mejoría notable
con respecto a su estado original.

El implante de fibra de carbono y titanio que ensambla sus órganos se ha adaptado perfectamente al cuerpo receptor… en ocasiones actúa de manera independiente a los designios del paciente. Éste se va doblegando poco a poco
a la voluntad del agente externo…

En pocas semanas el nuevo ente habrá asumido por completo el control y la
cohabitación será un hecho. Objetivo conseguido. Archivar caso 13425.

domingo, 30 de septiembre de 2007

después de la lluvia viene la calma

Poco después, el estruendo dejó paso a un silencio ensordecedor. A pesar de haber sobrevivido a aquellos minutos de destrucción la calma les enloquecía a pasos agigantados.
Personas que han sufrido conflictos bélicos similares afirman que los momentos que condensan esas primeras muertes, la visión de los primeros miembros seccionados o, peor aún, desgarrados, o el sonido de los gritos de seres humanos despojados de sus seres amados, no son nada comparado con el atronador vacío que viene después. Éste caso no era una excepción.
Ellos estaban confiados pues se tenían en alta estima, eran cultos, racionales, experimentados y conocedores de los entresijos de la psique humana, pertenecían a una sociedad capaz de afrontar estas y otras catástrofes mayores. Pero a pesar de estar alerta, la suave y sigilosa entrada en sus vidas del vacío, poco a poco, como si de la melodía de un dulce sueño se tratara, fue destruyéndoles sin pausa. Entraba por las habitaciones cerradas de sus mentes, incluso dibujaba puertas inmensas que creían no tendrían cabida en sus subconscientes para liberar de ellas los más bajos instintos y sentimientos, los planteamientos más oscuros y las contradicciones más dañinas y dolorosas contra las que nada podían hacer salvo sumergirse en ellas.
Se dieron cuenta de todo el proceso pero no lograron detenerlo.
La autodestrucción estaba cerca.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Retazos humanos


Humanos y humanos

Construimos aproximaciones de la realidad con modelos equívocos e inestables. Enarbolamos proyectos perecederos con el único objeto de satisfacer nuestra necesidad de acción, pero rara vez lo hacemos con auténtica determinación, y nunca eficazmente.

Nos atribuimos la supremacía del reino de los vivos, la razón, la creatividad y el humor, pero somos instigadores del odio y la destrucción como ninguna otra especie. El ansia de poder ha de ser nuestro único alimento.


Humus y humanos

Cualquier día podríamos perecer todos, de repente, devorados por la turba oceánica, o pasto de unas llamas de origen incierto. Surgiría entonces alguna iniciativa espontánea para conservar la esencia humana, intentando en vano imitar los procesos de escisión ó gemación, como últimas alternativas. Surcarían los cielos fragmentos de nuestros cuerpos, abrasados, irreconocibles, y acabarían distribuyéndose estas carnes sin vida por toda La Tierra, de forma homogénea, ocupando los terrenos más insólitos, las simas más recónditas.

Una vez allí, mi ojo izquierdo disputaría a tu coxis el derecho a la habitación de las zonas más fértiles. Lucharían ambos enfervorizados por ostentar el honor de ser cubiertos por enzimas más o menos suculentas, vertidas por bacterias quimiorganótrofas más o menos complejas, y acabar transformándonos los dos en humus. Pero no al mismo nivel: entre nosotros, se definiría claramente un humus victorioso, y un humus derrotado.

¿Acaso te creías...? Claro que hay diferentes categorías de humus: está el humus corrientito, y está el humus deluxe.

Por supuesto, yo sería éste último.

Y los días de lluvia, al caer las primeras gotas, yo me deslizaría sobre ti sigiloso, para no alertarte, y recibiría los exquisitos ríos acuíferos sobre mí, sazonados convenientemente con ricos minerales, esquistos y otros restos deliciosos. Y para ti, dejaría las rocas bastas y los residuos tóxicos.

Si me preguntaras, te diría que fue mala suerte. Que mañana te tocará a ti. Que yo te protejo, que nada malo te puede pasar, aquí junto a mí.

Y si algún día me encuentro demasiado fértil, y por ello algún labriego me elige para plantar su cosecha sobre mí, la noche antes del arado me revolcaré contigo, nos fundiremos y removeremos sin cesar el uno contra el otro, aprovechando las corrientes de levante. Y cuando ese bruto nos golpee sin piedad con sus aperos de metal, puede ser que, sin saberlo, nos separe en diferentes surcos, y te coloque a ti en la tercera fila, por ejemplo, y a mí en la primera.

¿Qué sería entonces de nosotros?

lunes, 17 de septiembre de 2007

el misterio de las piedrecitas asesinas

Alrededor de las seis de la tarde llegó a la playa. El verano se estaba acabando y había poca gente, de hecho no había casi nadie. Era una playa de piedrecitas. No tenía arena, sólo piedrecitas de todos los colores que se hacían más pequeñas a medida que te acercabas a la orilla. No pinchaban al andar porque estaban redondeadas por la erosión. El mar estaba más oscuro de la cuenta y bastante revuelto. Aun así reunió el valor sufiente para bañarse. No sabía porqué pero el miedo que le provocaban las olas le hacía disfrutar. Sí sabía que estaba cometiendo una gilipollez. La fuerte resaca podía atraparlo. Estaba a merced de la corriente y no le escucharían pedir ayuda, pero una extraña sensación de libertad le impedía razonar. Al final consiguió salir del agua sin esforzarse demasiado y se sentó sobre las piedrecitas para secarse. Se quedó absorto mirándolas. En su opinión, los colores predominantes hacían juego y el conjunto formaba un bonito mosaico. Cogió un pellizco, lo puso sobre la palma de la otra mano y contó cuántas había. Ciento ocho piedrecitas. Sin tirar las ya contadas echó nueve pellizcos más como el primero sobre la palma. Pensó que más o menos había mil piedrecitas en su mano. Se dió cuenta de que todavía le cabían otras tantas. Levantó la cabeza y miró a su alrededor. Y se mareó. Entorno suya empezaron a amontonarse piedrecitas. Se sentía agobiado y quería levantarse, pero no podía. Sus piernas estaban ya enterradas y pronto lo estaría su cintura. El miedo le subía por la espalda hasta llegar a la punta de los pelos de la cabeza, allí salía en forma de sudor frío. Con este miedo no disfrutaba. Las piedrecitas le llegaban ya al cuello y el pánico le impedía gritar para pedir ayuda. Finalmente, quedó sepultado por completo y, pese a su insignificancia, o quién sabe, debido a ella, se convirtió en una víctima más del tiempo y la inmensidad.





lunes, 10 de septiembre de 2007

la chica de la cara cambiante

Ayer, mientras estaba en la cocina vino a visitarme. Me puse nervioso y me lo notó. Estoy seguro de que le divierte, por eso aparece sin avisar. Se quedó quieta detrás de mí. Me giré. La luz, mucha luz, entraba por la puerta de la casa y le daba por la espalda de forma que, al principio, sólo era capaz de distinguir su silueta. Gesto serio y la mirada fija. No soplaba el viento, nada se movía, no se escuchaba ningún ruido, sólo hacía calor. Mis ojos empezaron a enfocar. "¿Vienes?", me dijo. Aquella palabra salió de su boca como si de una computadora se tratase, imposible interpretar su intención, ni siquiera estaba seguro de que fuera una pregunta. Su rostro y su pelo cambiaban, se transformaban constantemente, sólo los ojos permanecían, ahora era rubia, luego morena, piel blanca, ahora un chico, barba, cejas finas, pequeña nariz, grande, pómulos marcados, otra vez chica, labios… Cambiaba rápido, pero no tanto como para que no pudiera apreciar cada transformación. Cada uno de aquellos rostros era bello, impasible. Otra vez ella. Me temblaban las piernas. "Ven conmigo". "No, déjame en paz", y volví a la cocina.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Despertares

Siete y media de la mañana. Es el momento de gloria de mi despertador. Lleva 24 horas esperando este momento. Yo no tenía dinero para comprarme uno de esos aparatejos electronicos de sony o de panasonic así que tuve que acudir al mercado negro a ver qué me ofrecían. Conseguí, no sin esfuerzo, reunir al menos quince monedas para este fin. Mis esperanzas se vinieron abajo muy pronto. Los precios eran desorbitados, incluso para uno de estos mercados al margen de la ley. Por lo visto, habia que sumarle al precio original un plus de peligrosidad, otro de transporte y un último de tributo al Señor, con lo cual, el precio final era muy superior al que tendría el mismo aparato en la calle. Vista la situación, me encomendé a mi contacto en aquel antro. Él, me dió la solución. No era muy ética, pero al fin y al cabo, éste no era un valor muy apreciado en el submundo. Un niño. Un niño filipino. Él sería mi despertador. Kim, filipino de los pies a la cabeza era muy chico, demasiado para sus once añitos. Delgado, ojos grandes, pelo negro liso y una dentadura digna de cualquier emperador francés de la época dorada. ¡Y qué pequeñito!. Aquella miniatura (de trece monedas) y yo nos dirigimos a casa. Estaba anocheciendo. No decía nada. Sólo respiraba fuerte al ritmo del segundo, con lo que cada sesenta respiraciones de Kim, pasaba un minuto más de nuestras vidas. Desde su nacimiento, el niño llevaba la cuenta del tiempo con una precisión asombrosa, al igual que tantos otros de su pueblo. El más aventajado de todos vivía desde hacía años en Ginebra, al servicio del INIM, el Instituto Internacional de Métrica y era usado como patrón con el que se ajustaban todos los relojes más importantes de Europa y el mundo. Esta dudosa técnica era mantenida en secreto por las autoridades, las cuales atribuían los méritos a una estúpida máquina que exponían con orgullo (y vergüenza interna). De esta manera, los más precisos niños reloj sólo podían ser adquiridos al margen de las leyes de la moral y a un precio de ganga.
Kim era muy muy preciso. Lo senté en mi mesita de noche junto a un retrato de Dorian Gray. Las piernecitas no le llegaban al suelo. Sus ojos no dejaban de mirarme, siempre atento a que si le devovía la mirada, él respondía con la hora actual. Pero aquello era superior a mis fuerzas. No soportaba su mirada penetrante y sumisa continuamente hacia mí. Pasé un tiempo en el que me desentendí de él. Odiaba tanto esos ojos que estuve dias sin saber la hora. Noté que mi ira se basaba en mi temor al contínuo paso del tiempo y que ahora se encarnaba en la figura de Kim, para mi eterna desgracia. Pensaba en cogerlo de los hombros y agitarlo fuerte mientras le gritaba aquella canción de los panchos, "reloj, no marques las horas, porque mi vida se acaba(...)Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua", pero después cambiaba de opinión y dejaba que el pobre filipino siguiese con su trabajo.
"¡¡Las siete y media de la mañana!!". Es el momento de gloria de mi despertador. Lleva 24 horas esperando este momento.

lunes, 27 de agosto de 2007

Las barreras de Jonás (I)

En las fiestas de Lucy todos van a la última.

Jonás llega el último, pero no se puede decir que vaya a la última. Sus amigos dicen: "es una reliquia". Él se considera atemporal. No entiende el afán de todos por parecerse entre sí, y en este tipo de celebraciones hace lo posible por adornarse con complementos excéntricos, uno diferente cada vez, a poder ser. Monóculos, quevedos, zuecos y pajaritas son elementos habituales de su ropero. Luego en la calle, cuando todos le señalan sorprendidos, algunos risueños y otros asustados, suele mirar a otro lado; odiaba eso, pero no podía evitar provocarlo.

Hoy lleva un look decimonónico, sobrio, menos rompedor que en otras ocasiones. Bigotito recortado a lo Poe, y una chaquetita de terciopelo negro ajustada a su cuerpo escurridizo, a juego con unos pantalones ceñidos a tres cuartos. En realidad no tenía muchas ganas de ir a esta fiesta, a pesar de que Lucy vive justo ventana por ventana enfrente suya, y de hecho ya había declinado varias invitaciones de amigos comunes. Finalmente Lucy y su novio Fer optaron por hacerse un pitillo de varios papeles para llamar su atención: "Trae snacks", pudo leer con esfuerzo. Alarmado, puesto que semejante cachivache podía liquidar a varias personas de golpe, se levantó de su jaima, echó de comer algunos deliciosos insectos a las plantas carnívoras, se vistió y tomó un par de paquetes de snacks de la cocina.

Cruzó la avenida que separaba su vivienda con la de Lucy, con las manos en los bolsillos de la chaqueta; en ellos guardaba algo cuadrado y pringoso, lleno de mijitas de polvo de la propia ropa: una onza de chocolate realmente rancio. La sacó y se atrevió a mordisquearla, como un ratoncillo, sintiéndose un ser infecto. Escupió lo que le quedaba y llamó al portero, que tardó un poco porque estaba colocando la barrera. Finalmente entró en la dichosa casa, con el pulso acelerado, animándose entre dientes como haría un jefe de estado menor bananero al asistir a su primera cumbre de Naciones Unidas.

Se siente y se sienta a disgusto. Todos parecen mirarle y le incomodan, pero no puede decir nada, y cuando intenta hacerlo, se da cuenta de que en realidad no le miran. Cruza las manos, las separa, cruza las piernas, se revuelve el pelo nerviosamente. Rebusca en sus bolsillos otro pedazo más de chocolate, o un botón de recambio, algo con que juguetear y rebajar así su ansiedad. Afortudamente Lucy no tarda en aparecer, bellísima, subida a la grupa de un compañero de clase que la cortejaba desde hacía tiempo, y que había insistido en portarla alegando la necesidad imperiosa de sufrir una humillación. Lucy lleva un vinilo entre sus manos.

Cuando la pobre bestia deposita a Lucy sobre el suelo, todo el mundo la mira y murmura cosas: "Es maravillosa" "¡Quién fuera él!". El chico se ofrece para pinchar el vinilo, y al hacerlo comienzan a escucharse las trompetas de la orquesta de Tito Puente. Jonás, que normalmente disfrutaría muchísimo con esta música, está absorto mirándola y es tal su incapacidad para demostrar alguna emoción festiva, que en vez de levantarse y saludarla, se queda inmóvil y finalmente decide apartar su mirada de Lucy y rascarse el tobillo izquierdo, aunque éste no le picaba. Cuando Lucy le ve grita de alegría, provocando en Jonás un respingo que le hace arañarse una postilla, salpicando de sangre su mano y el bajo del leotardo, que además era blanco. "Leches", se lamenta Jonás.

-¡Jonás! ¡Me alegro tanto de verte! - con los brazos abiertos se abalanza sobre él, los ojos relucientes de entusiasmo, sin darle apenas tiempo para incorporarse. Ella era de las pocas personas con las que Jonás tenía algo de confianza-. Creí que no vendrías...
-Pues vaya, aquí estoy - replica, y antepone como escudo los snacks. Tiene ganas de abrazarla, pero su ánimo no se lo permite-. Vi las señales de humo y temía por vuestra vida. ¿Estáis todos bien?
-A Kiki le ha dado un chungo, pero ya lo están desfibrilando. Oye...¿has traído un poquito de alegría para los presentes?
-Bueno, no sé, tanto como alegría...esto es lo que me dijiste, ¿no? Son unas pajitas al queso y unos brotes de soja fritos - murmura Jonás, algo confundido-.
-¡Tío...! ¡Te dije que te trajeras algo de crack!
-Yo leí snacks bien claro...
-Bueno, será la hierba, está un poco revenida - le disculpa Lucy-. Tampoco produce un humo de muy buena calidad, ¿sabes?
-¿Tienes algo de chocolate? - pide Jonás, con cara de cordero degollado, frito con miel y guarnición de pasitas de California-.
-Sí, quizás haya algo en el segundo cajón de la repisa de la cocina. ¿No quieres una copa?
-Me encuentro regular...pero tomaré algo.
-Sírvete, está todo en la alacena. Y el hielo...en el congelador sentimental. Si me permites un consejo, creo que te vendrían muy bien algunos cubitos de "Albricias tropicales". Tienes un aspecto desolador...
-Pfff...no creo que sirva, ya me conoces. Pero en fin, muchas gracias.
-¡Vuelve pronto al salón! Quiero presentarte a algunas personas formidablemente extrañas a las que te divertirá conocer -le dice Lucy alejándose- .
-Eso espero. Ahora hablamos...- asiente, con cejas de catenaria o de M de Macdonald's -.

Se vuelve para abrir la puerta del salón, pero no puede evitar girar la cabeza atrás para observar otra vez a Lucy, que corre hacia el cuarto de baño buscando un canuto que le habían pasado sin mirar, en profundidad y por detrás de la defensa. Finalmente lo cazó al vuelo. "Esta chica es un ciclón", pensó Jonás, y la amó infinitamente durante un instante.

viernes, 6 de julio de 2007

Propósitos

Volar sin motor, el viejo sueño; acariciar la espuma, ahogarme con el torrente de aire. Comerciar con la alegría y la liberación, despertar al lado de los poetas y arrojarme en sus brazos, entre flores y zarzas. Sacudirme el dominio con hábiles movimientos, enrocando, avanzando sigilosamente a través de un bosque de coníferas para asestar el golpe final a la incauta víctima.

Huir de la taiga a toda prisa, aún desorientado. Esquivar directos al mentón, contraatacar a mano cambiada, barajar diversas opciones por si esto no funcionase. Ser el hijo pródigo todos los días del año. Acometer un problema y sagazmente, localizar su foco y eliminarlo. Iluminar la gruta oscura, y admirar milenarios yacimientos vírgenes en su interior. Conversar animadamente sobre exquisitos trances y manjares, y objetos curiosos. Dilucidar la célula culpable de todo esto que nos está pasando, verificar que se trata de una perturbación física y extirparla; enorgullecerse de las heridas de guerra, encontrar un resquicio de amor en el corazón corrupto del coyote.

Extremar los cuidados del enfermo mudo; permanecer sereno, impávido, al escuchar la sentencia implacable y merecida. 'Swinguear el Blues'. Mirarla, abrazarla, balbucear unas pocas palabras sensatas y coherentes, enlazadas con rigor en voz y párpados. Arañar unos segundos de tiempo añadido o bajar definitivamente los brazos para evitar lesiones de cara a los próximos compromisos.

Agotador...

miércoles, 20 de junio de 2007

Pacman

Pacman me ha dicho que hoy se ha fumado dos paquetes. También me ha contado que no ha abierto la ventana y que el aire está viciado. Que le cuesta respirar. Ya no riega las plantas. Lo único que ha hecho en todo el día es desear querer salir calle. Se ha puesto el mismo disco en repeat toda la tarde. Dice que está más delgado, que ya no le gustan las bolitas amarillas. Y ya no hace "waka-waka" cuando se las come. Los puntos ya no le importan. No le interesa tener más vidas.

Yo intuía que había algo más. Pero no se lo he preguntado. A él también le persiguen los fantasmas.


pacman en los viejos tiempos


sábado, 16 de junio de 2007

Como la trucha al trucho o La felicidad aséptica

Música de fondo:


Milagros de la evolución y sus teorías,
estoy aquí contando una historia sin poder contártela.
La imagino en mi cabeza mientras duermo con los ojos abiertos.
Es lo más que puedo hacer.
No sé si fue por estar de brazos cruzados de generación en generación,
o por aquello de que los casquetes polares se hayan derretido

y ahora haya en Albacete una playa.
Desde luego han pasado años, no sé si años, digamos que mucho tiempo,
y no me he convertido en el Kevin Costner con branquias de la película.
Soy un puto pez con memoria.
Milagros de Charles Darwin,
nos hemos juntado en el estanque los peces de antes

con los que antes Sapiens Sapiens éramos
y ahora todos sólo somos truchas sin enjamonar y sin ahumar.

¿Que si te quiero como la trucha al trucho?
En mis recuerdos heredados me suena a enamorados

que no cuelgan o colgados.
Ahora se convierte en una condena,
que todos los años me obliga a aparearme para que alguna desove

en la temporada de desove.
Y luego irme sin querer.
Y luego cruzarme cada mañana cualquiera contigo
y aquello de ver reflejada la luz en las escamas y deslumbrado,
no poder cerrar los párpados por motivos de ausencia.
Y que no se me puedan notar las lágrimas

aunque en este caso fuese llorar por la luz misma,
y no por aquello de la pena y de las cosas tristes.

Y no saber si tú te acuerdas de todo aquello.
Cuando nos cruzamos y continúo mirando moviendo la cola,
intentando decirte algo aunque sea delante de todos aquellos.
Pero no salen ni burbujas.
Por lo menos, nunca di un duro por las técnicas de zalamería.
Sin poder hablarte, cruzándonos otra vez.

Movemos las aletas.
Me hago un lío pensando en lo de los instintos.
Me hago un lío con las metáforas.
Nunca sé qué significa para los estudiantes de biología marina

que yo tiemble cuando pasas cerca.
Intento comportarme como un hombre y no puedo ¿vale?
La inseguridad no se soporta
y mi organismo echa de menos los diez dedos posibles

de mis extremidades anteriores anteriores.

¿Que si te quiero como la trucha al trucho?
Yo que sé ya.

martes, 12 de junio de 2007

La arenga de los malditos

Hombres despiadados, violadores, psicópatas, miserables, estafadores y estraperlistas todos:

Hoy es un día grande para vosotros. Aquí estoy, y traigo lo que un día lejano os prometí: ¡libertad! He aquí las llaves de esta mazmorra, que quedará abierta para que huyáis en jauría y a toda velocidad. Pero no os agolpéis en la cancela. Apartad de mí esas manos; no quiero mancharme con vuestra mugre. Es necesario que escuchéis unas palabras antes de partir.

Hace cinco años para unos pocos, algunos más para los que se resistieron en un principio por su bondad innata, fuisteis recluidos en estos calabozos para ser sometidos a exigentes entrenamientos cuyo único propósito era reconducir vuestros compasivos espíritus a la senda de la perversión y la depravación. Se trata del plan de instrucción más agresivo que jamás ha desarrollado el gobierno de este país, dentro del desarrollo de la nueva Ley Orgánica del Orden y el Bienestar Social. Habéis visto cómo, mientras unos erais encaminados al ejercicio de habilidades militares o triquiñuelas callejeras, otros eran curtidos en el estudio de las artes, el derecho o la difamación; ahora, formáis un comando perfectamente diversificado, y estáis preparados para salir de este siniestro recinto y llevar a cabo aquello para lo que habéis sido formados con gran esfuerzo de muchos profesores e instructores: la propagación del caos, el horror y la desolación. Os hemos proporcionado los instrumentos, vuestra es la imaginación y astucia con que ponerlos en práctica.

No se trata de otra cosa que vagar sin rumbo, practicando en vuestro deambular diario todas las fechorías que habéis aprendido. No necesitáis pensar, puesto que cada uno, dentro de sus capacidades y habilidades, ha sido condicionado por El Plan para reaccionar a situaciones concretas y diferentes a las de vuestros compañeros. Recordad que el grado de dificultad que os planteen dichas situaciones, así como el nivel de maldad que demostréis en correspondencia, son cuantificados y monitorizados constantemente por el Órgano Central de Regulación del Orden y el Bienestar. Así quedáis dispensados de tener que reportar informes de vuestras atrocidades a los superiores, y aunque confiamos por completo en la efectividad y calidad de vuestra preparación, de esta manera también anulamos la posibilidad de la existencia de desertores o impostores entre vosotros. Por otro lado, con estos datos que reciba el Órgano, incentivaremos mensualmente a los que demuestren especial crueldad y sibilinismo.

Es fundamental que cada una de vuestras acciones queden revestidas con una espesa bruma de incógnita; tan importante es generar terror como acompañarlo de la confusión más histérica posible. Focalizad en vuestras víctimas el sufrimiento indecible que habéis vivido entre estas angustiosas murallas.

Con esto, no me queda nada por decir. Sólo deciros que ha sido un placer compartir estos años con vosotros. Nuestro país espera mucho del Plan; sois imprescindibles en el crecimiento y modernización de esta gran Nación, y sin duda que ella os recompensará por vuestros servicios.

Con gesto triunfante, alza el puño, y todos le acompañan con gran alegría. Desaforados, la mayoría golpean sus cadenas contra las paredes y el suelo, y se agolpan contra la cancela. Otros permanecen en silencio al fondo del calabozo, con una inquietud contenida, pero con la determinación y templanza reflejadas en sus fríos rostros. Todos han dejado atrás cualquier vestigio de inocencia y compasión. Desprecian el mundo, y también a sus compañeros, pero ahora todos estos corazones se agitan juntos, ansiosos por dar rienda suelta a sus demonios.

Entonces el carcelero abre la cancela. Sobre él se precipita un amasijo informe de garras, odio y dolor, y a cada grito se suceden mil desgarros, voraces mordiscos y golpes sordos. La marea no cesa, y mientras veinte infames le hostigan brutalmente hasta que su cuerpo queda completamente destrozado y ya sin vida, otros huyen despavoridos, algunos se tiran al suelo desesperados y chillan y profieren abominables insultos, y los últimos abandonan el lugar con un soberbio halo de violencia, pero inmutables.

La gente en el exterior bebe cerveza, escucha música, pinta en el parque, pasea, copula. La sangre y la tristeza, que ya se han derramado, amenazan con su pronta llegada a la ciudad. Como ríos, fluyen por canales putrefactos; son polizones de un camión que arroja su mercancía en naves abandonadas y suburbios. Llegan los malditos.

viernes, 25 de mayo de 2007

Aterrizaje

De repente, con una sonrisa asomando por primera vez en mucho tiempo, te giras. ¡Ja ja! ¡Qué divertido!, estoy solo. La sonrisa ya deja ver los dientes. No hay nadie en la casa. El cuarto huele a tabaco, las cortinas no dejan ver la calle. Los discos están llenos de polvo. La ropa sucia tirada por doquier. Las plantas se han muerto. Una semana, un mes, un año en un platillo volante. Voy a poner uno a toda leche. Habíamos olvidado lo bien que sonaban estos altavoces. La sonrisa es risa. Carcajada. Cosquilleo en el estómago. Tengo ganas de correr a toda velocidad calle abajo esquivando a la gente.





lunes, 21 de mayo de 2007

Relación odiosa

Ella: Cariño

El: Dime, cariño

Ella: ¿Tú me odias?

El: Si

Ella: ¿Pero de verdad?

El: Si, de verdad

Ella: Dímelo, necesito oírtelo.

El: Ya te lo he dicho mil veces.

Ella: Lo sé, pero hace tiempo que no me lo dices.

El: Duérmete, es tarde.

Ella: No me dormiré hasta que no me digas que me odias.

El: Te odio.

Ella: Así no. Dímelo de corazón.

El: ¿Qué diablos te pasa? ¿Es que no sabes que mañana he quedado con mi amante a primera hora? Me paso el día fingiendo que trabajo cuando en realidad estoy dando románticos paseos de un lado a otro. Hago el amor 6 veces al día: cinco con ella, las mejores y una contigo. Paso la noche intentando olvidar esos horribles minutos finales del día pensando que por la mañana la volveré a ver y te olvidaré al menos durante unas horas. Me dan grima tus roces nocturnos. No soporto tu voz, tus manías ni tu olor. Tu comida es asquerosa y tu vida hace años que dejó de serlo. ¿Y me preguntas que si te odio? Por supuesto que te odio, cariño. Te odio igual o más que la primera vez que te vi.

Ella: ¿Aún lo recuerdas?

El: ¿Cómo olvidarlo? Tú estabas sentada en aquel banco del parque. Yo paseaba buscando a la desesperada un motivo para vivir. Fue entonces cuando te vi, tan sonriente, tan joven, tan llena de vida. Te odié tanto que ya no pude separarme de ti.

Ella: Oh, como eres.

El: Mírate cariño, estás mas odiosa que nunca.

Ella: ¿Tú crees?

El: Te odio cariño, TE ODIO.

Ella: Yo también te odio, amor mío. Pero duerme, mañana tienes que trabajar.

El: Ya te he dicho que no voy a trabajar. Llevo años diciéndote que te engaño con una preciosa mujer que me mantiene económicamente con la única condición de que no deje de amarla con la misma intensidad.

Ella: ¿Y cómo soporta lo nuestro?

El: Ella sabe que no podría amarla igual si no te odiase a ti de la manera que lo hago cada noche.

Ella: Como te odio…

El: Y yo a ti, cariño.

viernes, 18 de mayo de 2007

Las cuerdas heteróclitas

Basta ya, con ese filtro que antepones a cada palabra. Arráncalo de cuajo, y si tu faringe se resiente, riégala con impulsos primarios, sin cuidarte de su procedencia ni de los actos que provoquen. Explota furioso, y abraza la inmensidad. Llora lo que el vértigo te deje. Mírame a los ojos, desnúdate y muéstrame el animal que grita desesperado su encierro. Préstale voz a él, desdeña a su carcelero y destiérralo, porque un día será su verdugo.

Dilata las paredes que confinan tu iniciativa en un minúsculo punto. Sujeta la superficie resultante entre las manos, estírala y desenróllala sobre sí misma hasta perder de vista su extremo. Púlela con invisible pátina, y desliza tu cuerpo por ella sin esperar la caída. No llegará, y si vuelves al punto de partida, ya todo habrá cambiado. Sepárate ahora de la cinta. Desde dos puntos alejados, puedes tirar hacia ti, y verás que en su ensanche cada fragmento de la curva aumenta de longitud. Suéltala. ¿Ves que se propaga ilimitadamente? Lo hará por siempre.

Sírvete de las trayectorias que te propone. Reniega de las líneas rectas, y zambúllete en el vacío de los espacios infinitos. Desde hoy, cada punto de inflexión que atravieses supondrá un nuevo escenario para ti. No te asustes ante lo caótico de tus caminos, ni ante los vertiginosos descensos de las hipérboles. Huye de las plácidas mesetas de la certeza para vagar por escarpados senderos hacia alguna cumbre. Cree en la alquimia y en el arte, y abandera las causas perdidas.

Quítate esos andrajos, y péinate un poco. Estira tus músculos, una larga travesía te espera.

jueves, 17 de mayo de 2007

Mientras Tanto

PRESENTADOR: ¿Para qué hemos venido al mundo? Es una importante pregunta, pero pregunta más importante es: ¿Qué hacemos mientras intentamos responder?
¿Mientras tanto, jugar a una partida de naipes bajo la sombra de una sombrilla?

PÚBLICO: ¡Sííí!

PRESENTADOR: ¿Mientras tanto procrear con alguien?

PÚBLICO: ¡Sííí!

PRESENTADOR: ¿ Mientras tanto estudiar sustancias curativas de origen vegetal?

PÚBLICO: ¡Sííí!

PRESENTADOR: ¿Mientras tanto trabajar en una fábrica de aceros?

PÚBLICO: ¡Sííí!

PRESENTADOR: Bienvenidos, un día más a... ¡¡¡MIENTRAS TANTO!!!

PÚBLICO: (Aplausos)

PRESENTADOR: Chicas y chicos, demos la bienvenida a nuestro invitado de hoy. Porque hoy, mientras tanto, aprenderemos a CREAR UNA CANCIÓN CON EL RESGUARDO DE UN MOVIMIENTO BANCARIO.

PÚBLICO: (Aplausos)

INVITADO: Hola. Muy buenas. Muchos de ustedes se habrán preguntado qué hacer con los resguardos que te entregan cuando haces un movimiento u operación en un banco, un banco de los de guardar dinero, se entiende. No te digo si es sano o no guardarlos. Yo creo que los guardo porque desconfío de la gente. De todas las personas, en general. Bueno, eso no viene al caso. La cosa es que con un papelajo de esos se pueden echar unos ratos muy divertidos, solos o en compañía de algún ser querido. Antes no quería interrumpir al señor presentador, que estamos aquí grabando y no queda bien, pero en realidad se puede no sólo crear una canción sino un grupo de música entero y todo. Empecemos.

A ver, necesitamos: ordenador, guitarra, un resguardo antiguo de estos que ustedes suelen guardar. Yo tengo aquí uno, de un ingreso que hice para un viaje de la universidad. Por seguridad, no voy a incluir los datos personales ni los de la cuenta bancaria.

BANCO SANTANDER
Nº OPERACION.: 0049 0266 07EMG 00030501


A ver, el nombre del grupo: pues podemos coger sencillamente y hacer un juego de palabras con el nombre del banco. Podríamos poner el nombre del banco directamente, pero claro, esa gente son poderosos y tienen buenos abogados y como quieran joderte, con perdón, lo hacen. A mí se me ocurre, por ejemplo, de BANCO SANTANDER a Bangkok-Santander, que queda muy de mestizaje y abajo fronteras y todo eso.

Con los primeros 4 dígitos, 0049, escogeremos los instrumentos de nuestro patrón rítmico. A cada número le corresponde un tipo de percusión. Esto puede hacerse con un programita muy sencillo como el Hammerhead.

Los 6 dígitos siguientes, 026607, serán el acorde básico de guitarra con el que acompañaremos nuestra canción. Cada dígito corresponde al traste de una cuerda.

Con las siguientes tres letras EMG haremos varias cosas. Construiremos la letra de la canción. Buscamos dos palabras que contengan EMG, y con ellas construiremos un par de frases, que serán suficientes:

EMerGe del mar una criutura sideral.
Te vamos a EMbarGar hasta las ganas de llorar.

Ahora, con cada letra elegiremos tres conceptos contemporáneos que nos ayudarán un poco a darle forma a la canción. Por ejemplo:
E de Elvis
M de Mickey
G de Garage.


Ahora mezclamos los elementos: cantaremos al estilo Elvis, incluiremos el sonido de algún video de Mickey Mouse, y todo sonará al ritmo de garage rock. Pero vaya, que también valdría cantar como Mickey Mouse, ritmos de algun tema de Elvis e incluir sonidos de garajes que se abren y cierran, por decir algo. Las fusiones estas quedan muy bien. Pues introducimos Mickey Mouse en Youtube y seleccionamos el primero que nos salga (http://www.youtube.com/watch?v=byaMd_PNyIY). Hacemos lo mismo en Google imágenes y ya tenemos la portada del single (http://de.easyart.com/kunstdrucke/Disney/Mickey-Mouse-5854.html). Buscamos garage rock en Allmusic e intentamos adecuar el ritmo de nuestra canción al ritmo de la primera canción que venga como referencia (http://www.allmusic.com/cg/amg.dll?p=amg&sql=77:411).

Por último emplearemos los 8 últimos dígitos, 00030501, para un riff de guitarra en la primera cuerda. ¡Ahora a cantar y a tocar!

Y ya tenemos nuestro grupo de música y nuestra canción. Esto es algo que ahora está muy de moda, abrirse un myspace o un blog y colgar cosas. La verdad es que es algo que puede molar, aunque luego a la gente le da vergüenza decir que tiene una página pero luego le encanta que la lean, y lo de los comentarios y eso, todo el submundo ese. En realidad pues que cada uno haga lo que quiera, supongo...

Bueno, me está diciendo aquí el señor de la cámara que tengo que ir cortando pero es que quería decirle a mi padre que estoy bien, si es que me está viendo. Y también lanzar una pequeña reflexión, muy rápida. A ver, porque si cada papelajo que guardamos puede ser una canción, entonces cada canción podría corresponder a un papelajo ¿no? Entonces...

PRESENTADOR: Muchas gracias por haber venido...

INVITADO: eso, que entonces un día me di cuenta que una canción de los Rolling Stones...

PÚBLICO: (Aplausos)

INVITADO: que una canción de los Rolling se parecía muchísimo a los análisis de sangre de mi abuela, que es diábetica...entonces me pregunté...

PÚBLICO: (Aplausos más intensos)

INVITADO: me pregunté si la ópera de Wagner El Ocaso de los Dioses podría corresponder con los planos de construcción del satélite HISPASAT y no sé...

PÚBLICO: (Aplausos intensos y silbidos)

INVITADO: no sé, yo sólo quería compartir esto con ustedes, y además...

PRESENTADOR: ¡Mientras Tanto hasta el próximo día! ¡Muchas gracias, Señoras, señores, niños, perros y gatos!

INVITADO: (CASI INAUDIBLE) ¡Un momento!¡No tiréis los resguardos por si acaso! ¡Ni las entradas de cine! ¡Ni los billetes de lotería sin premio!...






Pulsa abajo para escuchar "mickeymouse", el primer single de Bangkok-Santander.

martes, 15 de mayo de 2007

Un brindis

Esta copa va por ti.

Me gusta lo seco de tu sabor,
y torcer el gesto de primeras
al enjugar mi boca.
Deleitas mi garganta,
y mis entrañas calientas.

Celebro tu aspereza,
intensidad y franqueza.
Celebro que rasgues mi vientre como papel,
y te siento en los martinetes de Agujetas.

Si bien mañana me consumirás,
hoy eres mi única verdad.
Al mirarme al espejo, veré lo que hay;
en mis ojos se mostrará
la realidad de tu daño.

Beberé el último trago
antes de que la feliz mentira
mi voluntad atempere,
y la hipócrita ilusión
en su seno me cebe,
ávida de rebaños.

Hoy, con relajo y sin reserva,
me entrego a ti, desengaño.



domingo, 13 de mayo de 2007

La Señora Dureza como medio expresivo

La Señora Dureza se muestra como un complejo que en su concepción innata crece con unos límites los cuales no se pretenden superar, cual bebé que empieza a ver el mundo e intentar reproducir a su manera lo que éste le muestra. De otra manera podríamos llamarlo como un medio de generación de la forma, en su in[concreta] manera de expresión. Cada instante tiene una concreta ubicación en el espacio material y el el tiempo. Y solo se produce en ése preciso instante, ni previos, ni posteriores.

Al oír a La Señora Dureza, las impresiones son claramente paralelas a sus visiones: las piezas no han sido ni comentadas, ni preparadas previamente por sus componentes; a su vez tampoco han sido reproducidas ni por sus componentes, ni hay alguna intención de trabajarlas, al menos hasta ahora. La idea trata de intentar generar una masa, heterogénea y libre en todas sus maneras, conformada por todo tipo de compuestos e influencias: y gozar de la misma, a la par que intentar enriquecerla, disfrutando la plena libertad que da el hecho mismo de considerarlo como un medio expresivo con estas premisas.

Antes de leer todo esto hay que presentar a la mismísima La Señora Dureza: mujer, 68 años, estatura media de una persona de su edad con el pelo tintado de un color marroncillo. Gafas de culo de botella y con ella siempre va su bolsa, de la cual puede sacar todo tipo de aparatos para sorprender a su espectador. Va sin prisas por la vida, masticando y digiriendo cada alimento que su organismo absorbe, e intentando mostrar la complejidad (o deseos de no comprender lo normal como única vía ejecutable) de hoy día, partiendo desde una base forjada con los principios más básicos de la humanidad.

La música, como decía Duke Ellington, se divide en dos tipos: la música buena y la música mala. Sin duda, la música buena se genera en su mayor parte en los inicios de su vida musical, y en sus tramos finales, cuando ya se ha alcanzado cierta experiencia, y experimentación, con las modalidades precisas. Y la opción de La Señora Dureza es jugar con estas dos variantes: quedarnos en ese punto de inflexión o vivencias primarias, y partir de ahí con una experimentación de los distintos caminos, que van surgiendo a lo largo de este recorrido. Y eso, eso,, eso eso es lo que presentamos, y representamos. Disfruten, si pueden.



jueves, 10 de mayo de 2007

Ridiculario

TEMA 3: costumbrismo y amor en primavera

tomando un café.



la tortilla de patatas.


un perro y nadie más.


Elija la respuesta correcta:

a. El tedio me lo impide.
b. Sólo consigo marearme y decepcionarme.
c. No sé lo que es el costumbrismo y el amor en primavera.



miércoles, 9 de mayo de 2007

vacas y pasteles de ida y vuelta

martes, 8 de mayo de 2007

Espeleología

Agarra firme el tirador, atrae la compuerta derecha con esa mano, y con la zurda empuja. Casi nos caemos...Eres valiente, pero atolondrada. A ver si viene Guillermo a arreglar esto, joder. Cuidado con la alfombra, esos diabólicos hilillos pueden ser fatales a poco que te enredes. Das algo de luz con un fósforo barato. Dos. Tres. ¡Coña! Aaahí estamos. Las dos últimas pestañas arden al momento, qué olor tan desagradable y qué infinita torpeza, una vez más, y aumentan de diámetro tus pupilas, con esfuerzo. Casi te deslumbras, pero sigues sin ver un cipote. Se trataba de un claro farol.

Segura de estar, al menos, jugándotela un poco te inclinas, con las manos a modo de parachoques, y topas con la mesita de noche. ¡Uuhhh, tierra a la vista! Situémonos, un poco de sosiego...Años y años después, aún prácticamente ciega, sigues siendo incapaz de mecanizar tus movimientos por mucho que lo necesites. ¡Es una puta cuestión de supervivencia, diablos!

Ahora, María, no se trata de partirte el espinazo currándote el guiso ese tan original de bacalao con garbanzos del que Irene, la del almacén, te hablaba con el orgullo propio de quien se sabe artista; esta tarea, por ardua y evitable, desembocará seguramente en algún bar de la calle Feria. Tampoco se trata de divagar sobre viejos y nuevos libros con Agustín, el vagabundo yonqui del callejón del mercado. Sólo hablamos de un mísero paseo por tu habitación. Pero claro, me vienes aquí prácticamente impedida como estás, y además hecha una borrachuza, apestando brutalmente a bourbon y sumida en un extático frenesí tras la disquisición sobre jazz que se ha desatado esta noche entre tus camaradas, en Plaza de San Marcos.

Pobres decadentes, estarán ahora pasando las de Cristo, al igual que yo. De todos modos, mañana no me puedo olvidar de escuchar ese disquito de Duke Ellington. Con tanto afán de mantener el espíritu de vanguardia, a veces se olvida una de los grandes clásicos...
Un par de pasos y llegamos. Apóyate en la mesilla, arrastra los pies y al notar el frío del edredón, te dejas caer a lo trapo. Perfecto.

Qué bien se está aquí, Dios mío. Todavía admitiría hasta un traguito más. A ver aquí en el cajón...Qué mierda. En fin, lo que queda es deleitarme con estas últimas gotitas de Jim Bean ¡Ese sabor afrutado! ¡Ese aroma a vieja cabaña sureña! Mi cama, barquilla entre maderas crujientes, me mece rítmicamente, y parece que abandona el piso, portándome a mí y también a una grotesca troupe de pelusas en rebelión con restos de comida poco identificables -algunos, demasiado aceitosos-. Muchas se han pegado a la sábana, estirándose, formando cortina hasta el suelo, y mañana te arrepentirás de este viaje.

Aunque rápidamente sonreirás, e inevitablemente volverás a las andadas...

domingo, 6 de mayo de 2007

Pasión de lija.

'La heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi'. Cada vez que lo relee, el texto parece volverse más plástico. Cada vez pierde más consistencia y se revela más absurdo. Vuelve a la parte superior de la página. 'Pasión de lija'. Posiblemente, el título sea lo peor de todo. Se le hace un nudo en el estómago y comienza a leer una vez más.

Ismael tiene entre sus manos 'Pasión de terciopelo', una pequeña antología poética que el Ayuntamiento de Salamanca le publicó hace ocho años. El libro consta de treinta y una páginas y recoge veintiséis de sus poemas (casi todos los que escribió). Se cierra con 'Pasión de lija', el escrito del que más orgulloso se haya sentido nunca. 'Un texto inteligente y maduro' según dijo en su día La Gaceta de Salamanca. Aquel poema representó para Ismael un radical punto de ruptura en su trabajo, un provocativo golpe de efecto que le abría las puertas a un lenguaje propio y versátil. 'Pasión de lija' fue el último poema que Ismael escribió. De 'Pasión de terciopelo' se vendieron cuarenta y dos ejemplares.

No sabe quién diablos le mandó recuperar el libro después de tantos años de olvido, pero después de echarle la primera ojeada lo habrá revisado unas cincuenta veces a lo largo de la tarde sin poder dejarlo a un lado. La nostalgia provocada por las primeras lecturas pronto se transformó en un ligero sentimiento de vergüenza que, poco a poco, ganó intensidad hasta convertirse en repugnancia. Ahora, se da cuenta de que esa repugnancia también ha desaparecido. Ismael mira el libro con total indiferencia y siente que no existe vínculo alguno entre él y el objeto que tiene entre las manos. El libro ha quedado vacío de significado. La vista de Ismael pasea mecánicamente entre las palabras gelatinosas y ridículas. No consigue encontrarle ningún sentido a nada de lo que lee y se aburre a más no poder.

Una vez más, llega al último verso. 'La heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi'. Ismael no ha visto en su vida un solo gramo de heroína. ¿Podrá esa droga coagularse en las venas de un ser humano? Diría que sí. Cree recordar que sacó la idea leyendo a William Burroughs.

Cierra el libro y lo observa con calma. Las tapas son negras, el título y su nombre están escritos en courier blanca. En la contraportada, acompañada de una reducida e irrelevante seña biográfica, aperece una foto del autor, siempre en blanco y negro: Pelo moreno muy corto, gruesas patillas cuidadosamente perfiladas, labios apretados en desafiante actitud de seriedad, ceño ligeramente fruncido, pesadas gafas de pasta negra, pómulos tristemente desinflados. El tipo de la foto no parece otra cosa que no sea una oveja cabreada. Puede que sea por eso de los pómulos. Ismael se reconoce con desgana en esa estúpida fotografía. No es la primera vez que piensa que es un imbécil.

Se levanta del sofá y vuelve a colocar 'Pasión de terciopelo' en el hueco correspondiente de su librería. Entre Kundera y Moravia, como manda el orden alfabético (Ismael Lugo). Gira sobre sí mismo, le da la espalda a los libros y mira a su alrededor. Apenás se había dado cuenta de que casi ha anochecido. Pasea por la casa bajando persianas y encendiendo luces aleatoriamente. En su cabeza rebotan las palabras 'pasión de lija' y 'heroína coagulada'.

Se intenta distraer viendo un poco la televisión en la cocina. Prueba con un debate sobre la conveniencia de los matrimonios de sangre azul. Los tertulianos discuten airadamente, pero la atención de Ismael está a kilómetros del programa. Alza el volumen al máximo y sólo logra confundirse y perderse aún más. Se levanta impulsivamente y se dirige al salón, en dirección a la biblioteca.

Extrae del estante 'Pasión de terciopelo' y va a su dormitorio. La televisión grita: '¡Me parece una actitud aborreciblemente reaccionaria!...'. Ismael mete el libro en el interior de un cajón lleno de desordenados recuerdos de su adolescencia que nunca abre. -'... ¡Sobre cosas así se cimienta el futuro de una nación!...'-. Cierra el cajón, pasa por la cocina para apagar la tele y vuelve al salón.

Ismael se acerca a la librería. Redistribuye cuidadosamente los libros, cubriendo el hueco dejado por 'Pasión de terciopelo'. Le gustaría sentirse aliviado, pero su tedio no deja paso a nada más. No se encuentra mal, sólo desganado. Fugazmente, piensa que su vida no es más que una absurda sucesión de mediocridades, aunque prefiere no torturarse; no serviría de nada... Tardará poco en olvidarse de 'Pasíon de terciopelo'. Se conoce bien y confía en que así será.

Alberto Moravia y Milan Kundera descasan en la librería pegados el uno al otro. 'Y que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre', murmura Ismael mientras sonríe a la entrañable pareja.







///



Pasión de lija.
(Texto original*)



Pasión de lija,

Nuestro tiempo araña
los huesos astillados de los mártires.

El coche abandonado de John Kennedy Toole,
la cocaína ardiendo en el tabique nasal de Camarón,
el rastro de pólvora entre los dedos de Kurt Cobain.


Pasión de lija,

La vida araña,
nuestro tiempo se apaga.

La mirada perdida de Diego Armando Maradona,
el último crujido del corazón de Klaus Kinski,
la heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi.



* Lugo, Ismael. 'Pasión de terciopelo'.
Ayuntamiento de Salamanca, 1999.


miércoles, 2 de mayo de 2007

kaixo, amets.

ayer me dejé en bilbao un paraguas viejo, un libro regalado, un jersey naranja y mis ganas de montar en bicicleta. yo, como rehén, tengo su libro de galeano encima de la mesilla de noche.

pero todo eso es lo de menos.


martes, 1 de mayo de 2007

Ridiculario

Entre estas tres ilustraciones, indique con cuál de ellas se siente más identificado:

a. La pescadilla que se come la cola:



b. La pescadilla que se come la cola:


c. La pescadilla que se come la cola:

Ilustraciones de Alfonso y Álvaro

We accept you! One of us!

playmobil

lunes, 30 de abril de 2007

San Babila.

Milán. Línea M1. Trayecto Turro - San Babila. Dos quinceañeras viajan sentadas en los últimos dos puestos del extremo derecho de una hilada de cuatro asientos. Mascan chicle con cara de aburrirse, las dos visten camisetas de color fluorescente -amarillo y verde-, la de más a la derecha luce media cabeza rapada y un gran mechón engominado que le crube la mitad contraria de la cara, su amiga lleva un flequillo meticulosamente recto bajo el que apenás asoma la sombra de sus ojos. De la oreja de una, cuelga un ancho trueno de plástico color rosa inteso. La otra lleva pegada a cada uña una pequeña estrella, cada una de un color distinto; en la del meñique de la mano izquierda, una calavera negra. Sus mandíbulas se mueven en círculo mientras mastican, del mismo modo que lo hacen las vacas al pastar en el campo. En Rovereto sube al vagón una chica de unos treinta años. Arrastra los pies y sostiene con ambas manos, a la altura de su estómago, un bolso de piel artificial excesivamente usado. Se sienta en el extremo izquierdo de la fila de asientos. La grasa de su pelo brilla un poco bajo la luz halógena del tren. Viste una blusa abotonada hasta arriba. Su cara es un círculo perfecto y utiliza un par de gafas también redondas con montura carey. Su boca es una línea corta, tímidamente inexpresiva. El metro para en Loreto y sube una mujer india acompañada de una niña pequeña. La cara de la mujer está sembrada de arrugas, un par de ojos bovinos giran en el fondo de unas cuencas demasiado hundidas, faltan varias piezas dentales en su sonrisa. Una fina túnica la cubre de la cabeza a los pies. Se diría que la niña es su nieta. La chiquilla se mueve en silencio. Viste una camiseta rosa estampada: un koala sonriente se abraza cariñosamente a la espalda de un canguro. La señora se dirige al asiento vacío llevando de su mano a la pequeña. Al darse cuenta, la adolescente de la parte interior del banco abre bien grandes sus ojos tras el flequillo y se achucha con repulsión hacia el lado de su compañera. La india piensa que la chica hace sitio para que puedan sentarse ella y su nieta y sonríe a la muchacha. La del flequillo no puede responder más que con una sonrisa rígida y temblorosa y los ojos aún más abiertos. El flequillo ha desaparecido, ahora sólo están sus ojos. La abuela y su nieta se acomodan en el asiento y medio libres. La quinceañera se estruja aún más fuerte contra su amiga evitando por todos los medios cualquier contacto físico. La señora gira la cara a su derecha y sonríe a la chica de las gafas redondas. La corta línea inexpresiva en el rostro redondo se curva en una tierna sonrisa. Le corresponde otro arco lleno de mellas. Ambas mujeres se miran con ternura durante un par de segundos. Mientras tanto, la mano de la anciana se desliza dentro del bolso de piel gastada sin que su dueña se percate y extrae de él un monedero con flores bordadas que esconde bajo la túnica. El tren para en San Babila. La chica del extremo derecho se saca el chicle de la boca y lo pega en la parte baja de su asiento. Ella y su amiga bajan deprisa, evitando que la señora y su nieta se les peguen a la espalda mientras salen. El metro cierra sus puertas y continúa su recorrido. La boca de la chica de las gafas vuelve a ser una corta línea recta.

Sra. Dureza 10.04.07

no1




no2




no4




no5




Alfonso: guitarra eléctrica, guitarra española (no2).
Álvaro: bajo.
Pablo: bases rítmicas, guitarra española (no4), guitarra eléctrica (no2).

Malditos sean

He topado con un problema sin solución. Mi bicicleta tiene una discapacidad irreversible en sus cuartos traseros.

Todo comenzó con una simple baja aislada, subsanada fácilmente por cualquier cirujano velocípedo que se precie, pero esto ha sido sólo el principio.

La enfermedad ha ido debilitando cada capacidad vital hasta provocar un fallo multiorgánico. Se ha contagiado velozmente, sin dilación, carcomiendo los momentos uno a uno y provocando la caída del siguiente, como una facción que devora al más poderoso ejército desde el interior.

No existe “Jony” capaz de curarla, porque la globalización se ha encargado de ponerla en el desván, en el olvido, para dar paso a otras venidas de oriente. Flaco favor le hacen al conde de Sivrac con su celerífero de cabeza de dragón. Hacen temblar al mismísimo Leonardo en su tumba por si no hubiese tenido bastante con los amigos del señor Brown. ¡Ay si el barón Karl Christian Ludwig Drais von Sauerbronn levantara la cabeza!. A nadie le importa, “lo siento señor pero eso ya no se fabrica”. Malditos sean.

Ridiculario

Una llave con muchos y puntiagudos dientes ha estado escribiendo, mediante violentos movimientos de muñeca, algo ininteligible en el cristal. Acerco mi cara, frunciendo el ceño, intentando descifrar el mensaje. Sin relevancia. Solo consigo decepcionarme y marearme. Un primer plano formado por rayones caóticos y estáticos, frente a un segundo plano multicolor que se mueve a toda velocidad, ¿o es al contrario?. "Señores, todo es relativo, no hay en el Universo sistema de referencia fijo, todo es referido; no podemos más que particionar y discretizar hasta que nuestras ridículas mentes sean capaces de quedarse tranquilas, conformándonos siempre con una nimia porción del todo". El Universo. Solo consigo decepcionarme y marearme. La gente que está sentada en el vagón parece que lo tiene todo más claro, están tranquilos y satisfechos. Yo, por no ser menos, finjo estarlo también. Pero solo consigo decepcionarme y marearme.


En la siguiente figura, encuentre el sistema de referencia adecuado:


jueves, 26 de abril de 2007

Un minuto en la Feria





Niña morena
bailas muy bien
el hombre gordo
canta muy bien.

Antes de que esto se apague
me quiero reír, me quiero reír
antes de que esto se apague
me quiero reír, me quiero reír.

Mmm
qué risa
qué risa
qué risa.

miércoles, 25 de abril de 2007

'Milan'.

Bonnie 'Prince' Billy inspira profundamente el aroma del círculo que descansa delante de él y reprime una sonrisa de satisfacción. ¡Una auténtica pizza italiana! Ha comido pizza muchas otras veces, sí, pero nunca hasta ahora había tenido delante una pizza italiana italiana. Aunque no comprendiese ninguna de las treinta y dos combinaciones de ingredientes que figuraban en el menú, cuando oyó a Alberto decir 'berenjenas', Bonnie 'Prince' Billy se despreocupó de todo lo demás. Una pizza de berenjenas... sonaba absurdo. Él es un gran aficcionado a las berenjenas. Instantáneamente, se convenció de que aquella pizza estaba allí únicamente por él. Pensó que si alguien volvía al día siguiente a ese restaurante y pedía una pizza con berenjenas lo tomarían por loco. Alguien que no fuese él, claro. La pizza de berenjenas existía porque existe Bonnie 'Prince' Billy. Estaba seguro.

Ahora, Bonnie 'Prince' Billy devora la pizza sin preocuparse por los hilillos de mozzarella que se le quedan colgando del bigote. No sabe que está comiendo en una de las peores pizzerías de la ciudad.

Alberto se pregunta si aún olerá a vómito. Ha visto un amago de sonrisa en los labios de Bonnie 'Prince' Billy y ha pensado que podría haber percibido el olor a vómito. Huele a vómito, está seguro. Alberto se pone aún más nervioso de lo que estaba. Cree que no podría estar más nervioso, aunque sabe que llegará a estarlo en lo que queda de día. ¡Un día entero con Bonnie 'Prince' Billy! Desde que escuchase 'There is no-one what will take care of you' hace más de diez años, Alberto ha seguido con devoción religiosa el trabajo del hombre que tiene delante. Él mismo se ha encargado de traer a Bonnie 'Prince' Billy a Milán para el concierto de esta noche. Lo ha organizado todo él solo. Cuando esta mañana salía de casa para ir a recoger a Bonnie 'Prince' Billy al aeropuerto, nada más apoyar la mano sobre el pomo de la puerta, se vomitó sobre las rodillas. Sólo pudo darse un poco de agua a toda prisa. Era tarde y no podía hacer esperar a Bonnie 'Prince' Billy.


Alberto mira con nauseas el círculo que descansa delante de él. Ha pedido una siliciana
pensando en que no teniendo tomate le sentaría mejor al estómago, aunque no imaginó que el cocinero abusaría de la pimienta de aquel modo. Sus vaqueros huelen a vómito, no hay duda. El olor le llega desde su regazo y se sonroja. Piensa en qué ocurriría si vomitase de nuevo, sobre la pizza que tiene delante. Quizá Bonnie 'Prince' Billy le escribiese una canción. Él sabe que Bonnie 'Prince' Billy es un tipo con muy buen sentido del humor.

Bonnie 'Prince' Billy apura con tranquilidad los tres cuartos de pizza que Alberto no ha querido comer. Una pizza sin tomate... También le parece absurdo. Decide que la pizza sin tomate existe sólo porque existe Alberto.

Salen de la pizzería.

A un lado del Duomo, duerme boca arriba un enorme esqueleto de veinticuatro metros de longitud y casi dos de altura. La nariz de la calavera se prolonga extrañamente en un afilado pico de ave. Alberto intenta explicar a Bonnie 'Prince' Billy que es la 'Calamita Cosmica', una escultura hecha por Gino De Dominicis que habla con ironía del absoluto de la muerte, de la falsedad de lo terreno y de no sé qué más. Bonnie 'Prince' Billy prefiere quedarse con su primera impresión al ver el esqueleto y pensar que son los restos de un gigantesco hombre-pájaro que aterrizó en la plaza para descansar después de una larga jornada de vuelo y no llegó a levantarse nunca más. Imagina que él fue en otra vida aquel hombre-pájaro.

Para Alberto, las cosas van de mal en peor. A Bonnie 'Prince' Billy le ha dado un poco igual toda la historia que se estudió anoche sobre el De Dominicis ese y la calamita cósmica de los huevos, y luego, para colmo, los vigilantes del ingreso de la catedral no querían dejar entrar a Bonnie 'Prince' Billy. Alberto ha tenido que interceder en favor de su ídolo. Al final logró que lo dejasen pasar, pero sus tartamudeos y aspavientos al hablar con los guardias han constituido un espectáculo bochornoso. Se siente patético. Cada segundo que pasa, Alberto está más nervioso.

Bonnie 'Prince' Billy está maravillado. El interior de la catedral es aún más impactante que la monumental masa de cera gótica vista desde el exterior. Siente el ligero peso de la oscuridad y la suavidad del silencio, y se pone muy contento. Inspira profundamente el extraño aroma del incienso que arde en una de las esquinas del templo. Acerca la nariz a la caja de metal que lo contiene y vuelve a inspirar con fuerza. Tiene la nariz levemente obturada por culpa de un ligero resfriado y no percibe ningún olor con facilidad.

La mirada de Bonnie 'Prince' Billy se desliza acariciando cada claroscuro de la iglesia. Está siendo una experiencia realmente sugestiva. De pronto, se encuentra delante de San Bartolomé y se le corta el aliento. El santo está desollado de pies a cabeza. Todos sus músculos, todos su tendones, parecen tensos en señal de sufrimiento, aunque la mirada de la imagen es segura y tranquilizadora. La carne viva parece desvelar la verdad de la existencia. Bonnie 'Prince' Billy recuerda aquella canción que escribió sobre un tipo que arrancó la piel al ser que más quería y siente un fuerte escalofrío.

Fuera de la catedral, Bonnie 'Prince' Billy gira la cara en dirección al sol y se rehace gozosamente en lo que acaba de vivir. El calor se extiende poco a poco por su cuerpo. Está siendo un día realmente agradable. La pizza, el hombre-pájaro, el Duomo, San bartolomé y el tembloroso Alberto... Piensa que esta noche, después del concierto, debería intentar escribir una canción que tratase de todo esto. La titulará 'Milan'.

lunes, 23 de abril de 2007

Dentro de

Poderoso, avanza con vigor entre sueros y fluidos. Se desparrama entre las cavidades, juguetea con capilares y microbios, sin descanso, haciendo estragos en mi voluntad, rechinando sus dientes, susurrando palabras de odio y rencor. Retorciéndose desesperadamente en los precipicios de mi cuerpo, sus espasmos resuenan en las paredes de carne como truenos de tormenta de verano. Envilece con su hedor cada centímetro de mi ser.

Debajo de mi piel habita este extraño ente, y su grito es desgarrador.

Oscurece mi sangre, ya malva, fatigada en su lucha contra la sanguinaria bestia. Se deshacen mis músculos, incapaces de contener el torrente furioso que los erosiona. Paulatinamente destroza cada rincón, esquivando paisajes de un mejor ayer, y dejando poso de caos donde otrora reinara el orden.

Sin vacilar atraviesa mi garganta, explota mil veces en mis oídos, secretando pérfido veneno en mi lengua. Excava con garra afilada en mis sueños, mutila mi compasión y abona nuevos ansias de mal. Hoy creo morir, porque los celos se apoderaron de mí.

Lavar y centrifugar

Hace demasiado tiempo, la suerte me es esquiva.

Sin el menor atisbo de cambio, mis días se consumen entre facturas, faxes y teléfonos. Las ocho de la mañana, desde siempre, arqueo hacia abajo las comisuras de mis labios en señal de tímida e inofensiva protesta. A continuación, ya erecta en cuerpo pero aun más corvada en alma, quemo varias decenas de etapas automáticas, penitente hacia la tortura diaria. Cariño, ¿quieres mermelada en tu tostada? No, ya sabes que estoy a régimen. Qué rara estás últimamente. Dirás fondona. Estás muy bien todavía, salvando...¿Qué? El trabajo te está consumiendo. Lo sé. Déjalo. No puedo. Acabará con nosotros..

Vivo al final de una larga avenida de esta ciudad, sombría a todas horas, y por demás estridente. El olor corrupto de cada apéndice metálico me arrastra junto a mil balbuceos bulliciosos que antes fueron personas, como yo. Fluimos por el asfalto, grises y serenos, porque la agonía ya se sabe agonía de antes, por eso camina serena y segura de sí misma, cada día más gris. La cabalgata del desazón y el hastío nos desliza avenida arriba, y algunos chiquillos a la caza del semáforo verde parpadeante portan enormes sonrisas que son acalladas rápidamente por un taxista de terrible aspecto y con voz a juego. ¡Joder que no véis que está en rojo ya! Un día como éste, yo dejé de sonreír.

Llego al trabajo. ¡Buenos días! Las miradas de soslayo, desprecio, o peor aún, indiferencia, se suceden a la mayor parte de los saludos. Ave Morituri, Mortuus Te Salutant. Clientes entregados a una furia olímpica me llaman para darse de baja, o simplemente calentarme la cabeza con cualquier problema producto, muchas veces, de su propia negligencia. Pero si el técnico tenía cita para las tres. Él no sabía que usted saldría, tenía cita a las tres y a las tres acudió. Sí, ya sé que hemos incumplido el compromiso. Sí, por supuesto que esta empresa correrá con los gastos derivados del retraso. Perdone, de verdad...

Ha llegado un punto en que cada vez que escucho mi nombre, mi corazón cría nuevas vetas de desidia, que mi mente extrae a pecho abierto como enredadera. Sudando desidia, mascullando desidia, cada día mudo mi piel por papel, y por él respiro la desidia que me rodea y alimenta. Este mes, dos millones, Alberto. No, no he podido ir a la reunión, estaba ahora en otra. Por la tarde voy...Tengo tu informe. No, no está actualizado con los inventarios. Te los tendré cuando pueda. Sí, conozco lo delicado de la situación de la compañía...

Hay una vieja máquina de café en la primera planta. Solitaria por costumbre, asiste a veces a tediosísimas conversaciones entre lenguas viperinas, comerciales cínicos y embusteros, oficinistas cuatrojos y limpiadoras cotillas. Aún así, constituye el último resquicio de humanidad en este inmundo edificio.

Sobre las ocho de la tarde, un sopor tremendo me invade, y sé que pronto voy a salir de aquí, pero no por ello me cambia la cara. Mi gesto cansado advierte los muchos años de sufrimiento y de tristeza acumulados. Creía que para morir de pena tenían que mandar a tu marido a la guerra, y que no volviera, pero yo estoy cerca de ser pionera en lo contrario. Al menos, ostentaría una distinción, aunque dudosa...

Mañana no vendré, Alberto. Sí, pero creo que...Alberto, es que te quería comentar una cosa. ¡Déjame hablar! Lo dejo. No, no lo he pensado bien, pero es definitivo. Si lo pensara, al final no lo haría. Cállate. Hasta nunca...

Diablos, qué buen día hace. Claro, es primavera, hasta las nueve no anochece. Un paseíto es lo suyo. ¿Qué será de Diego? Hace tanto que no sé de él...¡Cuánto tiempo! ¿Estás en casa? Voy para allá. Ahora te cuento. No tío, estoy de puta madre. Andando. Pues tardaré un rato, pero voy por el parque, y se está increíble aquí. Pues ya compraré un abrigo por el camino.

Intentaré llegar...mañana.