domingo, 6 de mayo de 2007

Pasión de lija.

'La heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi'. Cada vez que lo relee, el texto parece volverse más plástico. Cada vez pierde más consistencia y se revela más absurdo. Vuelve a la parte superior de la página. 'Pasión de lija'. Posiblemente, el título sea lo peor de todo. Se le hace un nudo en el estómago y comienza a leer una vez más.

Ismael tiene entre sus manos 'Pasión de terciopelo', una pequeña antología poética que el Ayuntamiento de Salamanca le publicó hace ocho años. El libro consta de treinta y una páginas y recoge veintiséis de sus poemas (casi todos los que escribió). Se cierra con 'Pasión de lija', el escrito del que más orgulloso se haya sentido nunca. 'Un texto inteligente y maduro' según dijo en su día La Gaceta de Salamanca. Aquel poema representó para Ismael un radical punto de ruptura en su trabajo, un provocativo golpe de efecto que le abría las puertas a un lenguaje propio y versátil. 'Pasión de lija' fue el último poema que Ismael escribió. De 'Pasión de terciopelo' se vendieron cuarenta y dos ejemplares.

No sabe quién diablos le mandó recuperar el libro después de tantos años de olvido, pero después de echarle la primera ojeada lo habrá revisado unas cincuenta veces a lo largo de la tarde sin poder dejarlo a un lado. La nostalgia provocada por las primeras lecturas pronto se transformó en un ligero sentimiento de vergüenza que, poco a poco, ganó intensidad hasta convertirse en repugnancia. Ahora, se da cuenta de que esa repugnancia también ha desaparecido. Ismael mira el libro con total indiferencia y siente que no existe vínculo alguno entre él y el objeto que tiene entre las manos. El libro ha quedado vacío de significado. La vista de Ismael pasea mecánicamente entre las palabras gelatinosas y ridículas. No consigue encontrarle ningún sentido a nada de lo que lee y se aburre a más no poder.

Una vez más, llega al último verso. 'La heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi'. Ismael no ha visto en su vida un solo gramo de heroína. ¿Podrá esa droga coagularse en las venas de un ser humano? Diría que sí. Cree recordar que sacó la idea leyendo a William Burroughs.

Cierra el libro y lo observa con calma. Las tapas son negras, el título y su nombre están escritos en courier blanca. En la contraportada, acompañada de una reducida e irrelevante seña biográfica, aperece una foto del autor, siempre en blanco y negro: Pelo moreno muy corto, gruesas patillas cuidadosamente perfiladas, labios apretados en desafiante actitud de seriedad, ceño ligeramente fruncido, pesadas gafas de pasta negra, pómulos tristemente desinflados. El tipo de la foto no parece otra cosa que no sea una oveja cabreada. Puede que sea por eso de los pómulos. Ismael se reconoce con desgana en esa estúpida fotografía. No es la primera vez que piensa que es un imbécil.

Se levanta del sofá y vuelve a colocar 'Pasión de terciopelo' en el hueco correspondiente de su librería. Entre Kundera y Moravia, como manda el orden alfabético (Ismael Lugo). Gira sobre sí mismo, le da la espalda a los libros y mira a su alrededor. Apenás se había dado cuenta de que casi ha anochecido. Pasea por la casa bajando persianas y encendiendo luces aleatoriamente. En su cabeza rebotan las palabras 'pasión de lija' y 'heroína coagulada'.

Se intenta distraer viendo un poco la televisión en la cocina. Prueba con un debate sobre la conveniencia de los matrimonios de sangre azul. Los tertulianos discuten airadamente, pero la atención de Ismael está a kilómetros del programa. Alza el volumen al máximo y sólo logra confundirse y perderse aún más. Se levanta impulsivamente y se dirige al salón, en dirección a la biblioteca.

Extrae del estante 'Pasión de terciopelo' y va a su dormitorio. La televisión grita: '¡Me parece una actitud aborreciblemente reaccionaria!...'. Ismael mete el libro en el interior de un cajón lleno de desordenados recuerdos de su adolescencia que nunca abre. -'... ¡Sobre cosas así se cimienta el futuro de una nación!...'-. Cierra el cajón, pasa por la cocina para apagar la tele y vuelve al salón.

Ismael se acerca a la librería. Redistribuye cuidadosamente los libros, cubriendo el hueco dejado por 'Pasión de terciopelo'. Le gustaría sentirse aliviado, pero su tedio no deja paso a nada más. No se encuentra mal, sólo desganado. Fugazmente, piensa que su vida no es más que una absurda sucesión de mediocridades, aunque prefiere no torturarse; no serviría de nada... Tardará poco en olvidarse de 'Pasíon de terciopelo'. Se conoce bien y confía en que así será.

Alberto Moravia y Milan Kundera descasan en la librería pegados el uno al otro. 'Y que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre', murmura Ismael mientras sonríe a la entrañable pareja.







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Pasión de lija.
(Texto original*)



Pasión de lija,

Nuestro tiempo araña
los huesos astillados de los mártires.

El coche abandonado de John Kennedy Toole,
la cocaína ardiendo en el tabique nasal de Camarón,
el rastro de pólvora entre los dedos de Kurt Cobain.


Pasión de lija,

La vida araña,
nuestro tiempo se apaga.

La mirada perdida de Diego Armando Maradona,
el último crujido del corazón de Klaus Kinski,
la heroína coagulada en las venas de Béla Lugosi.



* Lugo, Ismael. 'Pasión de terciopelo'.
Ayuntamiento de Salamanca, 1999.