lunes, 10 de septiembre de 2007

la chica de la cara cambiante

Ayer, mientras estaba en la cocina vino a visitarme. Me puse nervioso y me lo notó. Estoy seguro de que le divierte, por eso aparece sin avisar. Se quedó quieta detrás de mí. Me giré. La luz, mucha luz, entraba por la puerta de la casa y le daba por la espalda de forma que, al principio, sólo era capaz de distinguir su silueta. Gesto serio y la mirada fija. No soplaba el viento, nada se movía, no se escuchaba ningún ruido, sólo hacía calor. Mis ojos empezaron a enfocar. "¿Vienes?", me dijo. Aquella palabra salió de su boca como si de una computadora se tratase, imposible interpretar su intención, ni siquiera estaba seguro de que fuera una pregunta. Su rostro y su pelo cambiaban, se transformaban constantemente, sólo los ojos permanecían, ahora era rubia, luego morena, piel blanca, ahora un chico, barba, cejas finas, pequeña nariz, grande, pómulos marcados, otra vez chica, labios… Cambiaba rápido, pero no tanto como para que no pudiera apreciar cada transformación. Cada uno de aquellos rostros era bello, impasible. Otra vez ella. Me temblaban las piernas. "Ven conmigo". "No, déjame en paz", y volví a la cocina.