miércoles, 20 de junio de 2007

Pacman

Pacman me ha dicho que hoy se ha fumado dos paquetes. También me ha contado que no ha abierto la ventana y que el aire está viciado. Que le cuesta respirar. Ya no riega las plantas. Lo único que ha hecho en todo el día es desear querer salir calle. Se ha puesto el mismo disco en repeat toda la tarde. Dice que está más delgado, que ya no le gustan las bolitas amarillas. Y ya no hace "waka-waka" cuando se las come. Los puntos ya no le importan. No le interesa tener más vidas.

Yo intuía que había algo más. Pero no se lo he preguntado. A él también le persiguen los fantasmas.


pacman en los viejos tiempos


sábado, 16 de junio de 2007

Como la trucha al trucho o La felicidad aséptica

Música de fondo:


Milagros de la evolución y sus teorías,
estoy aquí contando una historia sin poder contártela.
La imagino en mi cabeza mientras duermo con los ojos abiertos.
Es lo más que puedo hacer.
No sé si fue por estar de brazos cruzados de generación en generación,
o por aquello de que los casquetes polares se hayan derretido

y ahora haya en Albacete una playa.
Desde luego han pasado años, no sé si años, digamos que mucho tiempo,
y no me he convertido en el Kevin Costner con branquias de la película.
Soy un puto pez con memoria.
Milagros de Charles Darwin,
nos hemos juntado en el estanque los peces de antes

con los que antes Sapiens Sapiens éramos
y ahora todos sólo somos truchas sin enjamonar y sin ahumar.

¿Que si te quiero como la trucha al trucho?
En mis recuerdos heredados me suena a enamorados

que no cuelgan o colgados.
Ahora se convierte en una condena,
que todos los años me obliga a aparearme para que alguna desove

en la temporada de desove.
Y luego irme sin querer.
Y luego cruzarme cada mañana cualquiera contigo
y aquello de ver reflejada la luz en las escamas y deslumbrado,
no poder cerrar los párpados por motivos de ausencia.
Y que no se me puedan notar las lágrimas

aunque en este caso fuese llorar por la luz misma,
y no por aquello de la pena y de las cosas tristes.

Y no saber si tú te acuerdas de todo aquello.
Cuando nos cruzamos y continúo mirando moviendo la cola,
intentando decirte algo aunque sea delante de todos aquellos.
Pero no salen ni burbujas.
Por lo menos, nunca di un duro por las técnicas de zalamería.
Sin poder hablarte, cruzándonos otra vez.

Movemos las aletas.
Me hago un lío pensando en lo de los instintos.
Me hago un lío con las metáforas.
Nunca sé qué significa para los estudiantes de biología marina

que yo tiemble cuando pasas cerca.
Intento comportarme como un hombre y no puedo ¿vale?
La inseguridad no se soporta
y mi organismo echa de menos los diez dedos posibles

de mis extremidades anteriores anteriores.

¿Que si te quiero como la trucha al trucho?
Yo que sé ya.

martes, 12 de junio de 2007

La arenga de los malditos

Hombres despiadados, violadores, psicópatas, miserables, estafadores y estraperlistas todos:

Hoy es un día grande para vosotros. Aquí estoy, y traigo lo que un día lejano os prometí: ¡libertad! He aquí las llaves de esta mazmorra, que quedará abierta para que huyáis en jauría y a toda velocidad. Pero no os agolpéis en la cancela. Apartad de mí esas manos; no quiero mancharme con vuestra mugre. Es necesario que escuchéis unas palabras antes de partir.

Hace cinco años para unos pocos, algunos más para los que se resistieron en un principio por su bondad innata, fuisteis recluidos en estos calabozos para ser sometidos a exigentes entrenamientos cuyo único propósito era reconducir vuestros compasivos espíritus a la senda de la perversión y la depravación. Se trata del plan de instrucción más agresivo que jamás ha desarrollado el gobierno de este país, dentro del desarrollo de la nueva Ley Orgánica del Orden y el Bienestar Social. Habéis visto cómo, mientras unos erais encaminados al ejercicio de habilidades militares o triquiñuelas callejeras, otros eran curtidos en el estudio de las artes, el derecho o la difamación; ahora, formáis un comando perfectamente diversificado, y estáis preparados para salir de este siniestro recinto y llevar a cabo aquello para lo que habéis sido formados con gran esfuerzo de muchos profesores e instructores: la propagación del caos, el horror y la desolación. Os hemos proporcionado los instrumentos, vuestra es la imaginación y astucia con que ponerlos en práctica.

No se trata de otra cosa que vagar sin rumbo, practicando en vuestro deambular diario todas las fechorías que habéis aprendido. No necesitáis pensar, puesto que cada uno, dentro de sus capacidades y habilidades, ha sido condicionado por El Plan para reaccionar a situaciones concretas y diferentes a las de vuestros compañeros. Recordad que el grado de dificultad que os planteen dichas situaciones, así como el nivel de maldad que demostréis en correspondencia, son cuantificados y monitorizados constantemente por el Órgano Central de Regulación del Orden y el Bienestar. Así quedáis dispensados de tener que reportar informes de vuestras atrocidades a los superiores, y aunque confiamos por completo en la efectividad y calidad de vuestra preparación, de esta manera también anulamos la posibilidad de la existencia de desertores o impostores entre vosotros. Por otro lado, con estos datos que reciba el Órgano, incentivaremos mensualmente a los que demuestren especial crueldad y sibilinismo.

Es fundamental que cada una de vuestras acciones queden revestidas con una espesa bruma de incógnita; tan importante es generar terror como acompañarlo de la confusión más histérica posible. Focalizad en vuestras víctimas el sufrimiento indecible que habéis vivido entre estas angustiosas murallas.

Con esto, no me queda nada por decir. Sólo deciros que ha sido un placer compartir estos años con vosotros. Nuestro país espera mucho del Plan; sois imprescindibles en el crecimiento y modernización de esta gran Nación, y sin duda que ella os recompensará por vuestros servicios.

Con gesto triunfante, alza el puño, y todos le acompañan con gran alegría. Desaforados, la mayoría golpean sus cadenas contra las paredes y el suelo, y se agolpan contra la cancela. Otros permanecen en silencio al fondo del calabozo, con una inquietud contenida, pero con la determinación y templanza reflejadas en sus fríos rostros. Todos han dejado atrás cualquier vestigio de inocencia y compasión. Desprecian el mundo, y también a sus compañeros, pero ahora todos estos corazones se agitan juntos, ansiosos por dar rienda suelta a sus demonios.

Entonces el carcelero abre la cancela. Sobre él se precipita un amasijo informe de garras, odio y dolor, y a cada grito se suceden mil desgarros, voraces mordiscos y golpes sordos. La marea no cesa, y mientras veinte infames le hostigan brutalmente hasta que su cuerpo queda completamente destrozado y ya sin vida, otros huyen despavoridos, algunos se tiran al suelo desesperados y chillan y profieren abominables insultos, y los últimos abandonan el lugar con un soberbio halo de violencia, pero inmutables.

La gente en el exterior bebe cerveza, escucha música, pinta en el parque, pasea, copula. La sangre y la tristeza, que ya se han derramado, amenazan con su pronta llegada a la ciudad. Como ríos, fluyen por canales putrefactos; son polizones de un camión que arroja su mercancía en naves abandonadas y suburbios. Llegan los malditos.