lunes, 27 de agosto de 2007

Las barreras de Jonás (I)

En las fiestas de Lucy todos van a la última.

Jonás llega el último, pero no se puede decir que vaya a la última. Sus amigos dicen: "es una reliquia". Él se considera atemporal. No entiende el afán de todos por parecerse entre sí, y en este tipo de celebraciones hace lo posible por adornarse con complementos excéntricos, uno diferente cada vez, a poder ser. Monóculos, quevedos, zuecos y pajaritas son elementos habituales de su ropero. Luego en la calle, cuando todos le señalan sorprendidos, algunos risueños y otros asustados, suele mirar a otro lado; odiaba eso, pero no podía evitar provocarlo.

Hoy lleva un look decimonónico, sobrio, menos rompedor que en otras ocasiones. Bigotito recortado a lo Poe, y una chaquetita de terciopelo negro ajustada a su cuerpo escurridizo, a juego con unos pantalones ceñidos a tres cuartos. En realidad no tenía muchas ganas de ir a esta fiesta, a pesar de que Lucy vive justo ventana por ventana enfrente suya, y de hecho ya había declinado varias invitaciones de amigos comunes. Finalmente Lucy y su novio Fer optaron por hacerse un pitillo de varios papeles para llamar su atención: "Trae snacks", pudo leer con esfuerzo. Alarmado, puesto que semejante cachivache podía liquidar a varias personas de golpe, se levantó de su jaima, echó de comer algunos deliciosos insectos a las plantas carnívoras, se vistió y tomó un par de paquetes de snacks de la cocina.

Cruzó la avenida que separaba su vivienda con la de Lucy, con las manos en los bolsillos de la chaqueta; en ellos guardaba algo cuadrado y pringoso, lleno de mijitas de polvo de la propia ropa: una onza de chocolate realmente rancio. La sacó y se atrevió a mordisquearla, como un ratoncillo, sintiéndose un ser infecto. Escupió lo que le quedaba y llamó al portero, que tardó un poco porque estaba colocando la barrera. Finalmente entró en la dichosa casa, con el pulso acelerado, animándose entre dientes como haría un jefe de estado menor bananero al asistir a su primera cumbre de Naciones Unidas.

Se siente y se sienta a disgusto. Todos parecen mirarle y le incomodan, pero no puede decir nada, y cuando intenta hacerlo, se da cuenta de que en realidad no le miran. Cruza las manos, las separa, cruza las piernas, se revuelve el pelo nerviosamente. Rebusca en sus bolsillos otro pedazo más de chocolate, o un botón de recambio, algo con que juguetear y rebajar así su ansiedad. Afortudamente Lucy no tarda en aparecer, bellísima, subida a la grupa de un compañero de clase que la cortejaba desde hacía tiempo, y que había insistido en portarla alegando la necesidad imperiosa de sufrir una humillación. Lucy lleva un vinilo entre sus manos.

Cuando la pobre bestia deposita a Lucy sobre el suelo, todo el mundo la mira y murmura cosas: "Es maravillosa" "¡Quién fuera él!". El chico se ofrece para pinchar el vinilo, y al hacerlo comienzan a escucharse las trompetas de la orquesta de Tito Puente. Jonás, que normalmente disfrutaría muchísimo con esta música, está absorto mirándola y es tal su incapacidad para demostrar alguna emoción festiva, que en vez de levantarse y saludarla, se queda inmóvil y finalmente decide apartar su mirada de Lucy y rascarse el tobillo izquierdo, aunque éste no le picaba. Cuando Lucy le ve grita de alegría, provocando en Jonás un respingo que le hace arañarse una postilla, salpicando de sangre su mano y el bajo del leotardo, que además era blanco. "Leches", se lamenta Jonás.

-¡Jonás! ¡Me alegro tanto de verte! - con los brazos abiertos se abalanza sobre él, los ojos relucientes de entusiasmo, sin darle apenas tiempo para incorporarse. Ella era de las pocas personas con las que Jonás tenía algo de confianza-. Creí que no vendrías...
-Pues vaya, aquí estoy - replica, y antepone como escudo los snacks. Tiene ganas de abrazarla, pero su ánimo no se lo permite-. Vi las señales de humo y temía por vuestra vida. ¿Estáis todos bien?
-A Kiki le ha dado un chungo, pero ya lo están desfibrilando. Oye...¿has traído un poquito de alegría para los presentes?
-Bueno, no sé, tanto como alegría...esto es lo que me dijiste, ¿no? Son unas pajitas al queso y unos brotes de soja fritos - murmura Jonás, algo confundido-.
-¡Tío...! ¡Te dije que te trajeras algo de crack!
-Yo leí snacks bien claro...
-Bueno, será la hierba, está un poco revenida - le disculpa Lucy-. Tampoco produce un humo de muy buena calidad, ¿sabes?
-¿Tienes algo de chocolate? - pide Jonás, con cara de cordero degollado, frito con miel y guarnición de pasitas de California-.
-Sí, quizás haya algo en el segundo cajón de la repisa de la cocina. ¿No quieres una copa?
-Me encuentro regular...pero tomaré algo.
-Sírvete, está todo en la alacena. Y el hielo...en el congelador sentimental. Si me permites un consejo, creo que te vendrían muy bien algunos cubitos de "Albricias tropicales". Tienes un aspecto desolador...
-Pfff...no creo que sirva, ya me conoces. Pero en fin, muchas gracias.
-¡Vuelve pronto al salón! Quiero presentarte a algunas personas formidablemente extrañas a las que te divertirá conocer -le dice Lucy alejándose- .
-Eso espero. Ahora hablamos...- asiente, con cejas de catenaria o de M de Macdonald's -.

Se vuelve para abrir la puerta del salón, pero no puede evitar girar la cabeza atrás para observar otra vez a Lucy, que corre hacia el cuarto de baño buscando un canuto que le habían pasado sin mirar, en profundidad y por detrás de la defensa. Finalmente lo cazó al vuelo. "Esta chica es un ciclón", pensó Jonás, y la amó infinitamente durante un instante.