sábado, 10 de septiembre de 2011

Ni tener ni nada.

A ver si estás a lo que estás y miras internet de vez en cuando.

Yo ayer me bebí un vaso de internet y pensé que había comprendido muchas cosas.

Yo hago internet, yoga y taichí todos los días. También un poco de sardana.

Un poquito de internet después de comer sienta bien. Dicen que las sales de frutas ya no sirven. Que internet es la sal, la de la vida.

Internet está en la marisma del Guadalete. Lo encontraron al lado de una dorada de estero muerta porque no sabía comer otra cosa que no fuera pienso.

Después de hacer internet me limpio bien. Luego le doy a un botón, suena algo cayendo y me acuesto.

miércoles, 6 de julio de 2011

La canción de mi verano



Verano,
verano,
verano.

Verano,
verano.
De veras
no no no.

No verás,
no verás, no.
Verano.


Para ser un beach boy actual
no hace falta saber surfear.

Es el principio de tu musical
cuando se oye una ola del mar.

A bailar todo el mundo,
a ponerse a cien.
Puedo ser un tipo chungo
pero estoy bien.


Existe el consuelo.
Todo es más fácil.
¡No te ates al mástil!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Pasteles envenenados

A este paso, las superpotencias van a convertir la guerra en algo que también se pueda comprar: ¡financiamos tu propia guerra privada! La gente se va a volver loca, todos quieren guerra, la vuelta de tuerca, la última commodity, la más sofisticada que creó el hombre. El objetivo para XXI es que el ciudadano coma pizza de ántrax, que duerma encima de un misil. En breve, la chaqueta del businessman será sustituida por el uniforme GI-Joe, complementada cuanto menos con el chaleco antibalas - una solución sobria, de compromiso.

Europa ha destrozado el mundo. La corneta de guerra es la melodía del planeta - una guerra con galletas de chocolate Cadbury, flores de plástico y panfletos prologados por premios Nobel deslizados bajo la puerta de cada domicilio.

Todo lo que el hombre crea -lo que produce- lucha entre sí, en lugar de aspirar a la unidad o a la armonía. Sólo existe la espera de la muerte, el silbido ensordecedor del cohete que anuncia el cemento resquebrajado, montones de acero en formas abigarradas despejan el paso a la guerra a través de circunvalaciones y túneles metropolitanos. Chirría el metro y una corriente de aire caliente absorbe las bolsas de patatas vacías, que revolotean por una fantasmal estación de metro del extrarradio. Enormes edificios de la administración contienen el aliento, avergonzados. Quizá expectantes. Disparos de metralleta van a dar a la luna de una pastelería: "Rosa del sur". Los daños son mínimos a causa de un blindaje que en su momento todos calificaron de ridículo, innecesario, un capricho del dueño. Un milhojas rosa, casero, es el producto estrella del "Rosa del sur". Todos los que lo compran saben, pero no reconocerán jamás, que el milhojas está hecho de sangre y una pasta confeccionada con bonos del estado y acciones de Exxon Mobile en proporción variable. Las cosas del maestro pastelero. Un personaje enigmático, extravagante, sí, pero...¿quién te dijo qué echar a tu guiso? Y ese ligero aftertaste... ¡irresistible!

(el dulzor aquí sólo emerge tras el inconfundible paladeo de Su Muerte; después de todo, algo imperceptible, un bitter twist, pero la nota de color del manjar, sin duda).

Cintas coloradas, ruido de platillos y espumilla llenan la calle. ¡Todos a cantar, es el carnaval de la muerte!

Un funcionario luxemburgués se está sonando los mocos en este preciso momento con un documento que ha tomado de un cajón cualquiera de su despacho en Bruselas. En un diván confeccionado con huesos de africanos y rematado con cocaína, el poder sonríe y extiende su mano, mostrando una lujosa sortija que fue tallada sólo para tus labios. ¿No la besarás acaso?

martes, 15 de marzo de 2011

La destrucción del castellano.

Hace meses llegué a la conclusión de que lo primero que debemos hacer para revertir la triste situación del país es destruir nuestra lengua. Examinándola constantemente -durante T, a cada t sub i que la empleo-, cuestionándola, inquiriéndole por nuestro pasado y nuestro papel como nación, me incliné por resolver que es una lengua absolutamente incapaz y obsoleta para la coerción, la persuasión e incluso para la misma conversación, no digamos para el dominio del mundo.

Tengo sobre la mesa tres plicas con propuestas muy interesantes de diferentes lingüistas que me autorizan y citan en cotilleos privados. Enmohecidos en sus departamentos de universidades locales, sentados en carcosillas que crujen y traquetean, pretenden reabrir vías de expansión para el castellano, repensar el idioma. Ni sentados, qué digo, son becarios aplastados contra montañas de revistas y artículos antiguos, enyugados a un collar de hierro; formulan hipótesis de pie, las rodillas temblorosas y recosidas, agarrando bolígrafos mordidos que les tiran las secretarias al pasar. Todos estos muy venerables ácaros coinciden, por error, en un principio común como única esperanza para una ulterior expansión: la necesidad de involución del castellano al occitano, una lengua que en estos momentos languidece diseminada en formas variables a lo largo del sur de Francia. ¡Ojo!

Con ser más cercano al catalán y al francés, y con esa su debilidad, su poca raigambre, confían en provocar la conmiseración en nuestros vecinos, supongo, apelan a ese efecto pasivo-transitivo de la humillación. ¡Es preciso subrayar su sagacidad! ¡No la belleza intrínseca del lexema occitano, o la musicalidad de su sonido, lo que los lleva a este hallazgo! No un examen concienzudo en términos de rigor sintáctico, robustez, adaptabilidad, no. ¡Es la compasión la que prima, contaminar a las otras lenguas el único objetivo! Una estrategia nada desdeñable: buscar los flancos débiles en la invasión lingüística, partir no desde el propio lenguaje, desde la creación, sino desde la herida; asomar la nariz a través hendiduras ocultadas por el polvo, penetrar en los vericuetos de la infamia europea, cantar a la destrucción por el paso del tiempo. Sembramos una antisemilla, buscamos la creación desde la nostalgia: apostamos por la pena, aléjeme yo de la gloria.

Poca novedad podemos reportar desde estos anuncios -¿sin duda, ajenos a la prensa nacional?-. Me hallo betatestando estos idiomas en una colonia garrular de la meseta, hasta el momento con resultados bastante desalentadores: resulta casi imposible lograr que los individuos capten la suavidad interdental de la doble s.